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jueves, 27 de marzo de 2008

NOTA: CAMBALCHE.



SECCIÓN: BASTA!


CAMBALACHE

Antes de ayer, el 25 de Marzo, tuve de pronto, un fuerte dolor de cabeza. No entendía. De verdad. No entendía hasta que entendí.
Antes de que sigan leyendo, aclaro que todo esto lo cuento, tal cual me pasó. Que no tengo ningún partido político, porque ninguno, hoy por hoy, merece mi respaldo. Y que no estoy a favor de la abstracta palabra CAMPO, porque detrás de esa enorme palabra, se esconden, buenos y malos, la Biblia y el Calefón. Esto no es nuevo. Los grandes sucesos de la historia de la humanidad están sostenidos por este comportamiento propio del ser humano.

Volvía del colegio de mi hijo en donde se celebraba la reunión de padres de principio de año. A eso de las ocho de la noche, la rectora tuvo que dejar de hablar, porque los cacerolazos eran ya muy fuertes. “Vio? La fuerza del pueblo otra vez!", me dijo una típica madre de esas que se la pasan en la puerta de colegio y que pronuncian la frase “mi marido” con un orgullo casi vomitivo.
La rectora pidió silencio a las siete u ocho mujeres que hacían sonar, ollas y jarritos de leche contra cucharones de madera. El ruido era tal, que hubo que suspender la reunión.
Al salir, me crucé con estas mujeres que gritaban, para mi asombro, “el campo!, el campo!” Ahí volví a la realidad ordinaria, quité de mi mente las últimas palabras de la rectora sobre las llegadas tarde y las amonestaciones y comprendí, “claro, este quilombo es por el paro del campo. El apoyo llegó a la ciudad”.
Juro que siempre trato de ser una persona lógica, tal vez por eso casi siempre estoy disconforme con mi vida. Me acerqué y le pregunté a una de estas mujeres.
- disculpe señora. Este ruido es por un apoyo al paro del campo?
La señora me miró con cara pocos amigos. Como si tocar una ollita ya le diera la potestad de patotera moderna del barrio de Belgrano.
“El coraje colectivo es cobardía” Pensé.
- Claro, querido, en que mundo vivís vos?
“En el tuyo seguramente no, boluda” pensé como buen calentón que soy. Pero me abstuve.
- Estamos acá en respaldo al campo y en repudio al discurso contestatario y violento de la presidenta!!!, Replicó, con esa frase hecha, no solo porque es cierto que nuestra presidenta sea una matona verbal, sino porque odio (esto es un mambo mío) las frases proselitistas en boca de una mujer cuya vida no pasa de las compras en el mercadito chino.
Ahí es cuando dudé de su sinceridad. Esta mujer, ¿era muy sincera o era una cobarde más de nuestra repetida historia?. De esas que salen a golpear la cacerola cuando pueden sacar provecho de su realidad o le tocan el bolsillo. Y que eso no esté mal. Lo que está mal es enarbolarse en la bandera ajena, la que jamás se defiende, para provecho propio. Es una falta de respeto a los que realmente la defienden cada mañana, cuando el despertador les suena al alba, cuando aún los gallos más desprevenidos duermen.
Me pregunté:
¿Cuando esta mujer habrá salido a tocar su ollita por un maestro?, pilar fundamental de toda nación que se considere tal.
¿Cuando por un jubilado?, pilar sobre el cual, gracias a su trabajo de tantos años, hoy por hoy tenemos un país.
Nunca, seguramente nunca. Esta señora, este arquetipo de señora argentina, despertó a su ollita del letargo. Esa olla seguramente no salía a la calle desde el año 2001.

Confieso que yo hago un clip mental de todo lo que veo. A todo le pongo música.
A medida que avanzaba hacia mi casa con el auto, veía a mujeres, niños y señores en pleno cacerolazo ensordecedor. Se estaban haciendo escuchar.
Es ahí cuando yo comencé a filmar el Clip en mis adentros y elegí, como tema de fondo, “Cambalache”.
Como me suele suceder, yo soy una persona de reacción tardía. Tengo como efecto retardo. Lo que veo, lo mando para atrás del cerebro y lo voy sacando de a poco, ahí lo mastico, lo mastico hasta que llego, casi siempre tarde, a una conclusión. Sería un fracaso si tratase de competir en un programa de preguntas y respuestas por tiempo.
Yo ya sabía que eso era un cambalache, pero no podía explicarlo. Sabía que ver a gente muy paqueta, enfurecida, apoyando a los ruralistas, era algo, al menos, raro. Pensaba, al mirar al auto de al lado, “que tiene que ver esta mujer con su cara de snob inmutable, tocando bocina, dentro de su auto importado, con aire acondicionado y los vidrios altos, con el gaucho que se levanta a las 4 de la mañana?”. Más tarde caería en la cuenta que tiene mucho que ver y mucho que perder. La miré con algo de rabia, no sé, no me parecía orgánica su queja. Pero luego comprendí que todos tienen derecho a la queja. Para eso nos la pasamos hablando de la palabra DEMOCRACIA. Y esa mujer estaba en todo su derecho a tocar bocina por algo de lo que se consideraba a favor.

Llegué a casa con el tango Cambalache resonando en mi cabeza. Cenamos con mi novia. Ravioles de calabaza con salsa rosa. Ricos. Charlamos un rato en medio del ruido de cacerolas. Esta vez eran cacerolas de San Isidro, barrio en donde estoy viviendo desde hace un mes.
Nos fuimos a la cama. Encendimos la T.V. para ver si había imágenes. Claro que había imágenes! Pero ya lo dije. Yo, siempre tarde. No solo gente de Belgrano y San Isidro estaban haciéndose escuchar, también gente de Recoleta, Barrio Norte, Rosario, Caballito y la mítica Plaza de Mayo, lo hacían. Todos estos puntos, en ese momento se sumaban al apoyo de los cortes de ruta en los puntos del país agrario. El paro del campo.
Sentí la misma sensación del histórico 2001. la espontaneidad de la gente en la calle. La gente espontánea. Llamo gente espontánea a quienes no van obligados por otro a manifestarse, o lo hacen a cambio de un favor político o una falsa promesa.
Para nuestra sorpresa, vimos como las cámaras mostraban una contramarcha. La marcha de unos violentos, mandados claramente por el gobierno, que le pegaban, sin ningún derecho, a la gente común. Eran los llamados “piqueteros”. Estas personas que heredaron la cultura del “exigir algo a cambio de hacer la nada”.
El tango Cambalache volvió a mi mente:

Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos…

Veía en las imágenes de la T.V., por un lado, a la gente que apoyaba al campo. Por el otro, los animales con zapatos que le pegaba a la gente solo por manifestarse, con razón o no. Ellos están muy lejos de ser jueces de la verdad. Sentí nuevamente una bronca muy fuerte. Sentía, detrás de ese reclamo, el egoísmo de salir al grito de “ARGENTINA! ARGENTINA!, a defender una palabra muy abarcadora como lo es la palabra CAMPO. Sentí que muchos no salían a defender esa palabra. Y también sentí que, del otro lado, en el poder tenemos enquistados a esos cortos mentales que todo lo arreglan con una "apretada". No saben , no pueden (eso es lo más triste) esgrimir argumentos.

Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.

Que quede claro, que no se me confunda. No estoy en contra de la gente del campo. No estoy en contra de que a la gente le vaya bien. Entiendo perfectamente lo dura que es la vida del campo. Tan dura como la de una persona que viaja estrujada en colectivo más de una hora, todos los días, para construir la misma nación que la que construye la honrada gente del campo.

Mucho menos estoy a favor de este gobierno en muchos aspectos.
Estoy en contra del egoísmo. De lo que me suena a HIPOCRESIA.
Porque no puede ser que salgamos a la calle cuando suben las retenciones de un comodity, que tiene un precio dólar por las nubes en los mercados internacionales y que, a pesar de dichas retenciones, deja un margen de ganancia de casi el 25% y que no salgamos a copar la plaza del Congreso con el ruido de las ollas, cuando los maestros instalan una carpa, porque están gritando a viva voz que no pueden comer. Que su sueldo los arrima a la marginalidad. Repito, esa gente que educa a nuestros hijos y que es tan o más valiosa que el campo, gana sueldos ridículos (sin tener idea de lo que es un márgen de ganancia) y estoy seguro que nadie de toda la gente que yo veía en mi clip, se acercó al Congreso con su olla. Y no hablo de casos aislados, de algún solidario paracaidista. Porque siempre está el idiota que responde “yo fui al Congreso”. Hablo de hacer el mismo ruido que hicieron por el campo. Y ni siquiera tenemos excusa. La carpa estuvo más de un año instalada. Y si estuvo tanto tiempo por algo fue. El apoyo de las ollas jamás pasó por allí.

Todo es igual!
¡Nada es mejor!
Lo mismo un burro
que un gran profesor.

Yo no soy maestro. Yo no soy del gobierno. Ni siquiera voté por este gobierno y eso no me enorgullece. Me da pena. Porque mi voto no encontró a alguien que lo represente en esas listas sábanas donde se filtran los nombres de siempre, que se reciclan y vuelven a la vida como los Simokys. Y yo no quiero darle de comer al que ya me mordió la mano. Me siento más argentino por hacer esto que los tarados que me dicen "vos no tenés compromiso por el país".
Tampoco me cierra que la gente que se autodenomina “del campo” sea la misma que vende los tambos a capitales extranjeros, porque es más rentable hoy por hoy, venderlos que trabajarlos. Saben que este negocio puede ser muy importante, pero dentro de diez o quince años y no quieren esperar. Venden porque les conviene. Y eso está perfecto. Cada uno hace con sus cosas lo que se le antoje. Es un principio básico de la libertad individual. Pero seamos coherentes (vaya pedido), no nos escondamos detrás de la bandera del campo, entonces. Ni nos sequemos las lágrimas de cocodrilo en ella.

Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,

Las estadísticas dan también que la mayoría de los trabajadores en negro en este país, son los peones de campo. El trabajo rural en negro es algo que no tiene discusión alguna. Es una realidad histórica. Conocida por todos.
Por ellos, por los peones del campo, sí saldría a tocar mi ollita. Pero estoy seguro -y me corto un brazo de manera inmediata si ocurre-, que si los peones del campo, solo los pobres peones del campo, hicieran un corte de ruta, el gobierno los sacaría a tiros de las mismas y ni la gente de Buenos Aires, ni los productores que cortan las rutas, saldrían con sus ornamentos de cocina o sus camionetas a la calle.

¡Qué falta de respeto,
qué atropello a la razón!

También estoy en contra de los patoteros acomodados del gobierno. Miserables cobardes que intentan callar a la gente a fuerza de golpes. Y esa gente está mandada claramente por el gobierno. No hacen falta investigaciones ni discusiones vanas. La historia habla por si sola.
Y el que niegue esto, es un necio tan egoísta como los que defienden al campo sin tener idea de lo que es levantarse a las 4 de la mañana. Sin haber sentido jamás el olor de la bosta en sus ropas. Esa gente que vive en Buenos Aires y sale tibiamente a golpear una ollita para que el dinero que les llega del campo todos los meses, no baje un solo dígito, o, lo que es peor, la que sale escondida en la bandera del campo, porque cierta investigación de los horrores del pasado, la tiene con la soga al cuello.

Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura,
o está fuera de la ley...
.
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Gustavo Bonino
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miércoles, 19 de marzo de 2008

POESIA - CASA NUEVA





CASA NUEVA

Llegamos a esta casa
un día cualquiera
del caprichoso orden de los días,
potestad de Hammurabi, del egipcio
o de Julio Cesar, el Galo.
Ni siquiera encendimos la luz,
pero volvimos y nos quedamos
y trazamos planes modernos
y jugamos con texturas, colores,
medidas y sabores.


Llegamos a esta casa
otro día y la llenamos
de nosotros mismos.
Nos parecía mentira
que esa redundancia
nos hiciera tan felices.


Vivimos en esta casa,
poblada de texturas, sabores,
bien medida y llena de colores.
No sabemos bien aún
hasta cuando vamos a habitarla
y eso es -seguramente-
lo que más disfrutamos de ella.
El sabor del día único.
La inexcrutabilidad de la palabra futuro.


A Inga, por saber caminar al lado.

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Gustavo Bonino