Había que dar marcha atrás a toda hermosa locura de fumar cigarrros, emborracharne todas las noches, tener pendienes relaciones que no eran tales. Puras estupideces de la soledad. Gina marcó un antes y un después en mi vida, Ya no había retorno.
Estaba en Chinatown, comprando un reloj de marca por usd 12. Imitación exacta al real. Solo que el real costaba usd 900.
Me dejé llevar, hasta que, sin ninguna intención, estaba en el puente de Brooklyn. La vida, me desbordaba, corrí sobre el puente hasta llegar al otro lado del puente, a Brooklyn, necesitaba cansarne, despertar, moverme de la estática que me estaba matando.
Corrí, corrí lo más rápido que pude mientras la gente me miraba extrañanda, estaba realmente sacado, ni siquiera respetaba la línea de corredores y bicicletas al punto que en la liberación interior que sentía, completamente desbocado, perdido, libre, harto, todo a la vez, un pobre hombre al que empuje ciegamente, quedó sentado y, al verme tan sacado, no amagó a nada. Yo tampoco. Qué le iba a decir?
Mientras corría pensaba:
"Qué haces en NY?"
"El Tsunami llegó hasta mí, lo vi venir" dijo Cerati. Esa era mi pequeña porción de vida en ese momento.
"El Tsunami llegó hasta mí, lo vi venir" dijo Cerati. Esa era mi pequeña porción de vida en ese momento.
Por qué no me cuidaron cuando era un chico? Por qué fui el cadete de mi madre?. Todo para que mi hermano tuviese su medicación. Ahora entiendo, y me siento orgulloso de haberlo hecho. Pero ahora tengo cuarenta años, no quince. La falta de cuidado a la que fui sometido, la estoy secando al sol que pagaba sobre NY.
Un psicólogo que atiende en la calle cuarenta y dos, al lado de la terminal de buses, me dijo ciertas verdades. Pero creer en psicología es como creer en la magia.
Un psicólogo que atiende en la calle cuarenta y dos, al lado de la terminal de buses, me dijo ciertas verdades. Pero creer en psicología es como creer en la magia.
Por qué fui el esposo de mi madre cuando había enfermedad y pesares? Por qué fui el elegido. Me mandaron al frente de batalla sin haber disparado un tiro en mi vida.
Por qué me casé tan joven?
Dónde esta mi hijo Matías?
Por qué yo era el tramitador de la enferrmedad incurable de mi hermano? Por qué no se midió eso. Yo era un chico de quince años y ya parecia de treinta. Es como si me hubieran robado la mitad de la vida. Yo era tan solo un chico.
Por qué a los seis años me entero que ese señor de bigotes sentado a la mesa, ya no solo no era un señor de bigotes. Ya no era mi padre. El real, el de sangre, el que jamás lo conocí. Me pregunto como se siente un chico de seis años que entra a la cocina, luego de un abrazo enorme de un falso padre y cuando sale, lo hace con otro apellido. Ese hombre era un impostor. Alguien simuló ser quien no era. Mi madre me confesó la verdad sin mirarme, atenta a que los fideos no se pasen,, así de espaldas, me contó la tardía realidad.
Papá tiene apellido Candas.
Papá tiene apellido Candas.
- Yo también ma, repliqué con amarga alegría.
Dejó de revolver la olla y sin mirarme, sin una mirada de ojos, quebró la historia de mi vida en dos.
- Oscar Candas no es tu papá, me dijo con la naturalidad con que compra un kilo de tomates. Me reí con inquietud, una licuadora de millones de situaciones giraban y todo se hacía papilla, ahí sentí por primera vez lo que significaba la palabra MARGINAL. Pero tuve la esperanza de otra respuesta. Me quise convencer de que la cosa venía por otro lado, traté -pobre chiquilín- de salvarme.
- (SONREI) Qué pasa Ma? me estas burlando?. Me reí con la inocencia de un nene de seis años, eso era exactamente lo que era.
- Sos de apellido Bazterrica. Luciano Bazterrica, me diijo y bajó la cabeza y dejó de revolver la cena.
- No!, repliqué furioso, con los ojos empapados. Preguntá en el colegio, ellos saben. Todos me dicen Candás. Mentís!!. De pronto cambié la piel como una serpiente. Y la vida me convirtió en eso. En un ser malo. Solo bajo esa condición podés sobrevivir.
- No sos Candás, era hora de que lo supieras. Me dijo esto mientras pegó un grito al resto de mi familia.
-Qué familia? me pregunté,
- A comér que se enfría la pasta!, gritaba su negadora voz.
Todos fueron a la mesa. Mi madre me llamó varias veces. Decidí esconderme.
-Qué familia? me pregunté,
- A comér que se enfría la pasta!, gritaba su negadora voz.
Todos fueron a la mesa. Mi madre me llamó varias veces. Decidí esconderme.
Me recosté en la entrada de la cocina, con mis bermudas marrones y las escuálidas rodillitas sucias. Mi madre pasó por encima mío con una olla humeante, olor a salsa, olor a familia. Ni siquiera notó mi presencia. Pero ese olor acababa de morir para mí. Me escondí como pude detrás de un sillón. Temblaba. "Bazterrica?" Me pregunté.
Me quedé mudo. En otra dimensión. Despacio, me asomé desde el sillón y miré a ese extraño con bigotes que estaba en la mesa.
Cómo encararía la vida después de esto?.
Acaso debía llegar al colegio y explicar que yo no era quien era. Por Dios! tenía seis años.
Desde ese día hasta hoy, jamás volví a ser igual. Auto-adquirí el mote de "El Raro". Y una bestia empezó a naceer en mi interior. Una bestia con mucha bronca.
Fue ahí, escondido detrás de un sillón, que enterré a un padre del cuál no sabía siquiera su nombre.
No invité a nadie al funeral de mi muerte.
No invité a nadie al funeral de mi muerte.
Gustavo Bonino
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