Fueron dos meses intensos desde que encontré en el calor de Julio a Gina en el Met. Pronto vendría Mati a visitarme, Mi hijo ya tiene 20 años. Lo extraño horrores. Pero un imán compuesto de miedo no me despega de la Gran Manzana. No logro volver a Buenos Aires. La que tiene suerte y claridad es Gina, que no tiene ningún imán y se va mañana. Sentado en el living pienso. Que extraña es Gina. No es libre, sino no seguiría comiendo de nuestro pasado que jamás será futuro. Aunque, en definitiva, de tanta excepción, se hizo la regla. Dejó a Ricardito o Eduardito, un pobre infeliz, cuya máxima felicidad es ser macanudo y quedar bien con todo el mundo, yendo a esos cursos en donde se junta gente aburrida y sola. Vaya miseria. Pero el pobre se juega sus fichas y tiene más chances que yo de quedarse con Gina, allá en la entrañable Buenos Aires. Me sirvo un whisky para poder seguir acomodando fichas deformes y tratando de recordar, sabiendo que lo único que quiero es olvidar. Gina se va. Y el gran motivo es Matías. Está negada a convivir con él. Y me la hace difícil, porque yo no puedo elegir entre el amor y el amor. En esa pulseada terminará ganando Matías. Pero no a Gina, sino a la incomprensible negación de Gina. Ella duerme, mientras los hielos se acomodan en mi vaso.
Ama, que recuperó su apartamento y somos nuevamente vecinos con privilegios.
Levanto la cabeza por el ruido. Es Gina bajando de la habitación al living, con su infaltable remera de dormir que dice LOVE IS IN THE AIR. La hace rea y eso me desborda de ternura. Va a la heladera a servirse un vaso de jugo de naranja, infaltable en ella. Criada en el seno de una familia alemana, todo tiene reglas. Recuerdo cuando nos estábamos mudando para vivir juntos, hace ya varios años, ella cortó la mudanza y se largó a llorar. Era el hambre. Para ella los horarios de su rutina armada desde hace años, son intocables. Aunque conmigo, su antítesis, había cambiado algo. Y eso nos cambió a los dos, o fue unos de los motivos por los cuales ella estuviera en NY como una boya aburrida en un río sin peces.
Se puso a juntar todas sus cosas. Va a su cartera y mira su I POD. Sí, yo no tenía ni el menor recuerdo, pero hoy se vuelve.
- Todo bien?
- No, todo mal... En tres horas tengo que estar en el aeropuerto.
Se larga a llorar y la contengo
. No te preocupes, yo te llevo, estamos con tiempo.
- Error!, Tiempo es lo que se agota.
Imagino un inexorable reloj de arena. Y pienso en la sabiduría de nuestros mayores, de poder descubrir que se puede contar el tiempo con arena.
- Cambiemos el pasaje ahora, le digo, sabiendo de memoria la respuesta.
- El de Mati o el mío?, me desafía y me pone contra la pared.
El tuyo, así somos tres, bueno, cuatro con Luca. Por favor aflojá con el tema de Matias
- Ayudame, voy a perder el vuelo...
Me levanto, veo sus cosas desparramadas, como si mi casa fuese un árbol de Navidad y sus cosas las borlas.
Junta sus cosas a una velocidad increíble. Me visto agarro las llaves del auto. Antes de salir, aún en la puerta me abraza y me mira con sos vidriados ojos verdes. Se los cierro, nos vamos. Estoy por cerrar la puerta y la abro un segundo. Necesitaba convencerme de que las borlas ya no estaban,
Gustavo Bonino
No hay comentarios.:
Publicar un comentario