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sábado, 13 de febrero de 2010

NY VIII - RUPTURA


Hecho un nudo in-forme en el centro de la cama. Inmóvil, me era imposible estirar siquiera el meñique. Sudaba a mares. Una canción sonaba en mi cabeza. Algo que escuché en el metro hace días. Una cítara, percusión, el lamento desgarrador de un cantor. Esa voz me arañaba el alma.

Ella se fue. Yo estaba convencido de que era lo mejor.

- no va más... yo no puedo dejar de ser quien soy. Escribir es un todo.
- Sos un poeta triste, sentenció, bajando la cortina de la verdad más rotunda que alguien me haya dicho en mi vida.
Dos palabras: POETA TRISTE. Dos palabras que se unen, que son lo mismo. Que no se puede ser poeta (en el sentido metafórico del escritor) sin tener una gran cuota de tristeza. No la literal tristeza. Ella disparó contra los sinónimos de la palabra TRISTEZA. Dio en el blanco. En el centro. La aguja de acupuntura que da en el centro del dolor. Te duele, pero es necesaria sentirla. "Poeta triste"

Dos horas atrás, antes de terminar hecho un bollo en la cama, escuché el frenazo del taxi. el timbre, sus sollozos y los míos. Se abrazaban en el aire. Aunque nuestros cuerpos estaban distantes. yo arriba, en nuestro? cuarto. Ella abajo, en la sala.
-Bajo, fue lo único que digo. Como era posible que una palabra de cuatro letras pudiera sacudirme más que un balazo. Luego escuché el portazo bien dedicado al poeta triste.

Luego de 8 o 9 horas, pude moverme. Me preparé un jugo con vodka. Recién ahí, el sueño se apiadó de mí. También el llanto sostenido. En esa catarata se me iba el amor más grande que sentí en toda mi vida. Cada lágrima tenía un sentido.


De pronto, el timbre. Una ambigua sensación. No quería que fuera ella. No por no querer. Sino porque las lágrimas ya estaban derramadas. Parte de ella ya era pasado. Era la vecina, si podía ayudarla a bajar la basura. Vio mi estado antes que el "no" y se fue. No me salió una sola palabra. No era ella. Mierda! pero que suerte.

Ella ya estaría volando por American.

Gustavo Bonino

NY VII


Al es así. Un tipazo. Le costó mucho llegar a NY, más aún lograr quedarse. Le costó mucho esfuerzo, no ganas. Las ganas lo hicieron todo. Y diez mil dólares que le pagó a un abogado especialista en meter residencias para latinos. Alejandro Pecker. Al, en NY.



Pasó por un poporrí de trabajos. Ahora tiene, en la 14 y 8, una cigarrería. Meatpacking, mi barrio. Vende algunas otras pavadas, pero es una cigarrería. Y yo me volví, luego de 6 meses de estadía, un fumador de cigarritos negros y habanos. Siempre me pareció muy cierta esa frase de las mujeres que dicen "soy una fumadora social". Yo creo que algo de eso había en mí.

Con Al no me unía la patria argentina ni los habanos, sino las ganas de hacer sociales con él. Lo estimo.

Soy un lector de Stevenson. Al también. Esta mañana lo sorprendí. Lo invité a Magnolia Bakery a tomar café. Lo tomamos en la plaza de enfrente. Hablar porteño en Nueva York es una de las cosas que me salvan. Hablamos de la biografía de Stevenson. Nos detuvimos en su tuberculosis, en su escapada a Samoa, esa isla perdida en el Pacífico en donde pronto se hizo amigo de los nativos. Ahí se llevó a su novia americana, de San Francisco. Vaya melange: un tipo de Edimburg, que rescató de San Francisco a una mujer y se fue a Samoa.

Al me dio un dato que desconocía. Stevenson, desde Samoa, desde la isla, envió a Londres su producción. Se volvió famoso. Pero se quedó. Murió en Samoa. Lo enterraron en la cima de un cerro que da al mar.

Con Al nos reimos. NY era Samoa, pero ninguno de los dos era Stevenson.

"este va por mi cuenta", dijo y me convidó un cigarrito holandés, tabaco, vainilla y cannabis de la mejor selección. Se los trae uno de esos amigos exóticos que Al tiene.

Estiramos la pereza en el banco de piedra gris, la plaza es hermosa, NY también. A mi me esperaba una tarde de trabajo. Entregar un nuevo post para el SOHO HO HO. El blog de un amigo en el cual trabajo.

Nada mas inspirador que el cigarrito, el café, Al y nuestra Isla de Samoa para encarar la tarde de trabajo.
GUSTAVO BONINO