GO, RUN AND RUN......!!!!!!!!!!!!

GO, RUN AND RUN......!!!!!!!!!!!!
wwwlaletra.blogspot.com
Powered By Blogger

martes, 30 de septiembre de 2008

ANÁLISIS DEL CUENTO: LA NOCHE BOCA ARRIBA DE JULIO CORTÁZAR



ANALISIS DEL CUENTO: LA NOCHE BOCA ARRIBA, DE JULIO CORTÁZAR.

Hay autores de la literatura fantástica contemporánea o, para ser más precisos, hay relatos que recurren al “hecho fantástico” como un modus operandi para torcer situaciones ordinarias y llevarlas al plano de lo “irreal” y resolver una historia. Cortázar es uno de ellos. Nos basta un ejemplo para comprobarlo: Autopistas del Sur, por ejemplo, en donde un simple embotellamiento de carros en una autopista francesa se transforma en un caos que llega al límite de lo real, quiebra la barrera y ya pasa del lado de lo fantástico. Carros que están durante días atascados en donde se crea una microsociedad, un pequeño mundo que nace a partir del hecho fantástico.
Pero Cortázar es un autor que no limita su producción literaria solo a transformar un hecho normal en algo fantástico, como lo hizo con: Queremos tanto a Glenda o con Las ménades. Va más allá. Y este es el caso de un cuento muy curioso: La noche boca arriba.
Borges solía recordar, cada vez que podía, el sueño de Chuang Tsu, quien soñó que era una mariposa y al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Chuang Tsu.
En La noche boca arriba, Cortázar recurre a este recurso. La del soñador soñado. La trama cuenta, básicamente, la salida de un muchacho de su trabajo en su motocicleta. Ya es tarde, conduce rápido con una aparente felicidad hasta que atropella a una señora y se accidenta. Cae al pavimento y la moto se le viene encima. A partir de ahí Cortázar utiliza el método del buen cuentista: minimiza/aliviana, con mucha solvencia, la tragedia. El accidentado, que no tiene nombre y este hecho no es casual, llega a una clínica en donde es enyesado y puesto en una habitación junto a otras treinta personas, en condiciones de cuidado.
Es acá, en este punto del cuento, en donde ocurre el hecho que trasciende lo fantástico para ir a lo sobrenatural. El muchacho, rendido de cansancio por todo lo vivido, se duerme y entra en un sueño (al igual que Chuang Tsu). En ese sueño, el protagonista se encuentra tratando de huir de los aztecas. O sea, su sueño se remonta a la civilización azteca, a la cultura prehispánica en Meso America. Inmerso en el sueño, lo que le llama la atención es el olor. Un olor distinto, de otros mundos. Otras épocas. El muchacho, en su sueño, pasa días escondiéndose del enemigo hasta que es capturado y su destino es la muerte. Aquellos hombres lo elevarán a lo más alto de un altar, en medio de fuegos rituales de una ceremonia mortal. Agitado, de despierta. Se da cuenta que todo ha sido un sueño. Un compañero de habitación le explica que seguramente delira a causa de la fiebre, “a mi me pasó”, lo consuela. Ve camas con gente convaleciente a su alrededor, ve una luz violeta tenue que, lentamente, se apaga.
Entonces viene lo maravilloso del cuento, el conflicto central. La luz violeta de la sala se apaga y el muchacho entra nuevamente en su sueño, que se torna real. La angustia de vivir dos realidades sin saber cual de las dos es la cierta. O acaso ambas lo son?.
Apresado y puesto boca arriba (al igual que en la camilla del hospital), preparado para ser sacrificado por los aztecas en medio de fuegos fatuos y coros infernales, el muchacho logra despertar por última vez para verse ya rendido, ya muy cansado como para permanecer ahí, en el hospital. Hace un esfuerzo por no caer en el sueño, por no ir del otro lado de la realidad, como una chaqueta reversible: cuál de los dos lados es el real?.
Ya entrado en el sueño, como indio moteca apresado por los aztecas, se da cuenta que el otro, el muchacho sin nombre, el muchacho del sueño (Chuang Tsu), estaba siendo soñado por la mariposa. Qué él, el chico de la moto no soñaba, sino que fue soñado por el otro, el indio moteca que se dirigía a su inexorable final, con el sacrificador azteca ya cerca de él, en un tiempo remoto. Ese indio apresado, soñó mientras estaba en la antesala de su muerte, que iba por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin humo ni llamas. Iba, en sus sueños, montado en un inmenso insecto de metal bajo su cuerpo, hasta que cayó y quedó tendido boca arriba, con sus ojos cerrados, en medio de todos los fuegos.


Gustavo Bonino