La brisa nos daba sobre la cara, la noche bajo el Puente de Brooklyn es más oscura que la noche. La besé tanto que cuando nos desanudamos y mi boca fue a su oído para soltar alguna frase de amor, no supe por un par de minutos si estaba besando a Ama o a Gina. Mi angustia menguó cuando Gina me ganó la posición y susurró con su inconfundible ternura de gata mimosa "Te amo como nunca más voy a poder amar"
Suspiré... Temblaba como un arroyo. La abracé muy fuerte para no caer dentro de mi propio vacío.
Gustavo Bonino
domingo, 31 de octubre de 2010
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