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sábado, 26 de septiembre de 2009

Un puñado de nada






Un puñado de Todo es lo mismo que un puñado de Nada. Hace un rato me metí bajo la ducha y un fuerte deseo de escribir me asaltó. De escribir sobre varios temas y ninguno en especial. Pero todos ellos están pasados por el mismo cordel. El del hartazgo. No es ficción lo que quiero escribir -aunque esta palabra sea cada vez más indefinible- sino broncas. Ganas de, más que de gritar, de no acallar. De no dejar en la bañera lo que puedo dejar plasmado aquí. Que la bronca no se escurra junto al agua enjabonada, por la rejilla de la bañera. Archivo de un momento, quiero que quede aquí. Carrusel en donde puedo volver a leerme, o a decepcionarme o a sentir una vez más lo que sentimos los que no sabemos escribir: Orgullo de algún rapto de lucidez y, de esa borla, colgar un montón de frases económicas. Baratijas, espejitos de conquistadores a indios avisados. Trampas ingenuas al buen gusto. Inocencia sincera, casera. Lo vos quieras.


La ducha tiene esa magia que logra que uno se encuentre solo con uno y esa comodidad nos hace por un momento geniales. De ahí salen frases, ideas, inicios fantásitcos. Pero, como es magia, es ilusión y uno sale de la ducha y todo esa genialidad de la que se jacta, se desvanece.


Porque nos enfrentamos a la página en blanco y sabemos que la lectura ajena y las líneas aún vacías y por llenar empiezan a convertir la magia en una tortura magnífica. Un desafío para la memoria, una pulseada entre el que era y el que soy.

Cómo esta pulseada la estoy perdiendo, voy a ir tirando los temas que me asaltaron en la ducha, como ya dije, y los voy a desarrollar. No esperen mayor astusia que esta. Verán que los temas son diversos y a la vez harto repetidos. Pero que todo en un punto se une.


Ahí voy,



Fernando Peña. Ese hombre que naturalmente fue uno y fue muchos- La multiplicidad del ser de la que hablaron Stevenson, Wilde y Borges. Pero no lo fue de un modo liteario. Su vida lo fue. Personaje de carne y hueso. Cómo si alguien lo hubiera escrito a él. Dudo que vaya a existir un escritor con la lucidez como para poder escribir a un personaje llamado Fernando Peña.


Se lo odió con odio. Se lo amó con pasión. En mi caso me daba mucha ternura (vaya palabra tan acertada) que Palito fuera un píbe chorro, un "fierita" de la calle. Condenable y fresco a la vez. Auténtico. Que era a fin de cuentas Fernando y era Palito y eran ambos en el mismo cuerpo y eran indivisibles y tan distintos a la vez.


O toda la clase media que salía de la boca de Savino.


O los diálogos de Peña con la Mega, travesti guarango, de barrio, que se salvó de los bosques de Palermo. Hombre asumido en mujer, puta, diva que de pronto la agarró el estrellato. Al igual que le pasó a Fernando.


O el odio que le tenía a Porelorti, o el morbo que me despertaba ese "mix" que era el Monseñor Lago. Cura depravado. Pero recatado y fino. De buenos modales. Solapadamente corrupto. Abusador de menores mezclado con un pastelero exquisito y fino. Un Bom Vivant tan cinco estrellas.


Por haber vivido en el Caribe, podrán imaginarse como admiraba a la SEÑORA Milagros Lopez. De cuna cubana y anillos de Miami. No se es cubano si no se logran combinar estas dos condiciones.


Milagros corrió el telón y dejó a Fernando, a Fer, a ese puto lindo, enfermo, odioso y odiado, amado e idolatrado cara a cara con lo mediático.


Por qué le dedico un espacio a Fernando Peña? Porque va a ser estudiado dentro de ciuncuenta años. Un genio puede brillar en vida. Pero lo entendemos cuando lo matamos, cinecunta años depués. La capa de cera no nos permite comprender de inmediato. La cera que nos hace tan comunes. A Borges se lo descubrió cuando ganó el premio FORMENTOR, allá cuando terminaban los años cincuenta. Antes de eso, Borges era -para la gente- un "tipo complicado de leer". "Se hacía el difícil". Pero para esa época, Borges tenía más de cincuenta años.


Fernando habrá tenido diez años de fama. De una genialidad que solo iba en aumento. Incluso, cuanto más uno creía que este "sorete, te odio, a vos a los de tu raza oligarca" se estaba yendo al carajo, no. Era él. Pero el ser humano compra enlatados. Compra seguridad. Odiamos comprar el producto completo. Lo que transgrede es lo que levanta viendo, lo que incomoda, lo que nos desparrama la basura. El agua fría en la cara que nos despierta del letargo calentito.


Pero, hasta que no entendamos que eso no se puede, que cuando uno compra, compra todo, estaremos perdidos en el desierto de la mediocridad. Uno no puede amar lo mejor de Peña y matarlo porque no sigue siendo el mismo o porque no se calla o porque incomoda. Vaya mediocre que es el ser humano. Una vez Sovovich dijo con mucha certeza "yo tengo éxito porque le muestro a la gente lo que tiene ganas de ver".


Pero eso es para los astros de los negocios. No para los genios.



No terminamos de entender que uno no puede comprar un auto sin las ruedas o sin el volante. Y si lo compramos, no es el mismo auto. A un genio se lo compra entero. Con el odio que nos genera. Con la admiración. Con los errores que comete cuando su propio mambo lo derriba o lo enloquece. Luego, cuando sale del mambo ileso y nos vuelve a sorpender.


Uno no puede escalar la montaña con la certeza de que no va a caer al abismo. Porque -precisamente- la chance de caer hace que subir a la montaña tenga sentido.


No podemos pedirle a Peña que sea lo que nosotros queremos que sea. Que solo nos divierta. Que siempre nos venda lo que queremos comprar. Mascota fiel o así como te subimos al altar, te bajamos de un plumazo.
Por eso admiré su vida y más aún su muerte. Porque su final tuvo la fuerza del exceso y la ternura. Porque Fernando Peña tachó sin darse cuenta todos los items que se necesita para ser un GENIO.


O acaso Beethoven no alentó a Napoleón?


Mozart se reía de la monarquía, la burlaba. Y terminó en el osario común.

O acaso Fito Paez no se sacó la camisa del hippie de Rosario y su calzó la remera y el traje Armani? Está mal? No. solo que queremos que no nos jodan, que no nos cambien las cosas. Porque cambiar implica entrar en el cuarto oscuro.


O acaso Maradona no fue el ancho de espadas y ahora es un cuatro de copas. Y aquí el segundo fragmento de este texto anacrónico.


Diego Maradona. Cuando estaba cara a cara con Bianchi en las encuestas, la gente sabía que era drogadicto. Pero lo eligió. Y ganó y lo amaron y perdió y lo odian. Como si perder fuera palabra prohibida para un genio. Si presisamente perder es la escencia del genio. Lo que realza sus genialidades. Lo mejor de Charlie Parker fue grabado cuando la marihuana lo tenía perdido. Y lo que para Parker era una derrota, para nosotros los mediocres, esa derrota es música que va a quedar en la historia más elevada del Jazz.


Porque Maradona se drogaba en el 86, se drogaba en el Nápoli multi campeón de Italia y de Europa. Pero que bien nos caía que se drogara. Tanto, que nos sangrabamos las manos de eufóricos aplausos. Y los bolsillos llenos, vendiendo el producto MARADONA. Todos contentos. La nave va y no jode a nadie. El producto es perfecto. Y las notas de Charlie Parker conjuban estupendamente con la gambeta visible y la nariz encubierta de Diego. Vaya mierda que somos. Vaya flor de mierda que somos todos los seres humanos.



Porque -repito- compramos lo bueno. Mordemos la parte sana del durazno. Pero el durazno es un todo. Los machucones son parte de él. Y esa parte madura, más oscura también hay que morderla, amarla, saborearla, incluso es la parte más dulce. Esa podredumbre es hermosa en un todo con lo sano. Y no hago apología a las drogas ni festejo que lo haga, ni parece gracioso. Pero no falta el imbécil que lo piensa, que se queda con lo chico.


Siento que no entendimos nada y seguiremos siendo los mediocres abrazados al tronco de las certezas y de la seguridad. "el miedo de soltar la tercera pata, que nos deja bien parados" diría Clarice Linspector. El caballo con anteojeras del mateo, el niño que agarra a ese globo llamado mundo desde el piolín de la mentira.



Pero no nos escandaliza todo, porque en el fondo nos fascina.


Y Fernando Peña ya fue olvidado (un puñado de nada) y Maradona va a clasificar (porque no juzgamos a la Argentina, nos morimos por ver caer a Maradona) y hasta tal vez salga campeón y nos quedemos así, como el mono que se rasca la cabeza desde el otro lado de la jaula, con los superficiales gritos eufóricos y un enorme vacío interior. Una vez más, un puñado de nada.


Gustavo Bonino


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