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lunes, 7 de abril de 2008

CUENTO - HACER PATITO


Llevaba en la cola más de cuatro horas. La fila heterogénea no avanzaba. Al chico del banquito le costaba menos que a ella. Se levantaba como con un resorte. Toing! y al frente.
2001. El gaban comprado en alguna buena época. Rojo, con despintados botones dorados. Algo exagerado para hacer una cola frente a una casa de cambio, en el sopor de la city en verano.
Las manos dentro (diría la canción), apretando fuerte el rollito de mil dólares.
"Me vine desde Salta para hacer esto" pensó. Pero en Salta no existe ni siquiera esto.
"Arbolito" pensó y se rió. No pudo menos que traer a su memoria al manzano que plantó en la chacrita de su padre, cuando era una niña. "Arbolito" y soltó una carcajada mientras avanzaba unos pasos más.
El bigotón con cara de Falcon 78 se sorprendió de esa risa y se le acercó.
Si tuviera que definir al argentino lo haría así: persona capaz de sacar provecho de cualquier cosa.
El bigotón, oliendo a baño de pensión o a colonia Krandall, se le acercó. Lo de siempre...
De donde sos?
Y, te gusta acá?
Tomamos un café?
Yo conozco un lugarcito...
"Que bien huele" pensó la señora. "Y- si- me- enganchoun- porteño?" Rió de nuevo.
"Dale", le dijo la pobre.
"Me cuida el lugar, joven?" le dijo al pibe de adelante, que antes de responder, miró el sí de Bigotón.
Partieron los dos. Bigotón con la sonrisa armada, ella pícara, con su tímida felicidad y apretando el rollito de los mil dólares que para su mundo hecho de tierra y animales, no eran mil dólares. Su mente honesta jamás podría haberlo pensado en esos términos.
.
.
No volvió a la cola. No sabía como cuidar mil dólares, pero sabía bien las consecuencias.
Se fue de un hotelito de la calle Alem. Sola y con un golpe en la cabeza. Bajó hasta la costanera sur. Medio apurada. Un gabán rojo se ve a kilómetros.
Lloraba la tarada, le pesaría más el desengaño de ese amor fugaz, que la plata.
Las manos dentro de los bolsillos. Buscaba, buscaba. Nada. Los mil dólares estaban en un bolsillo más astuto.
- Me dijo "te quiero", murmuró frente al inmenso río.
Agarró piedras y se puso a hacer patito.

.
Gustavo Bonino

4 comentarios:

Unknown dijo...

La dura realidad se transforma en un relato divertido....pero no menos real.
Gracias.

Gonza Morozzi

Gustavo Bonino dijo...

Gracias Gonza.

Anónimo dijo...

Me gusta como escribís.Elegí este texto para hacer un comentario porque soy del interior, tenía 19 años cuando recalé en un pensión de mala muerte con los bolsillos repletos de sueños y muy pocas monedas...entiendo de que hablás, entonces.
Gracias por contar, por gritar, por denunciar, gracias por escribir
...y gracias por tener mi blog en "recomendados".
Un abrazo.
ana.

Gustavo Bonino dijo...

Gracias Ana. Bocanada de aliento que me ayuda a seguir.