GO, RUN AND RUN......!!!!!!!!!!!!

GO, RUN AND RUN......!!!!!!!!!!!!
wwwlaletra.blogspot.com
Powered By Blogger

viernes, 16 de noviembre de 2007

CUENTO - EXIT (SALIDA)


“la naturaleza del amor implica, ser un rehén del destino”
Zygmunt Bauman, Amor Líquido.

EXIT (SALIDA)

Ana estaba sola. Se levantó como pudo del sillón de los reservados con los ojos húmedos. Para no seguir con la mirada en lo que acababa de ver, decidió voltear su cara y volver a casa. Encontró, a lo lejos, unas letras luminosas que decían: EXIT. Estaba tan mal que en un principio creyó estar leyendo TIXE, nombre con el cual bautizó a su hija para complacer a una buena amiga brasilera que vende en la feria con ella y que la ayudó mucho, no solo con la nena, sino en sus recurrentes bajones con Andrés.
Saber que había un escape en dirección opuesta a esa imagen, fue para ella una ayuda casi Divina. Cuánto mejor mirar hacia allí y aceptar la amarga realidad de que esas cuatro letras de neón, eran su mejor salida. Y cuánto más saludable para su vergüenza rota irse, que volver a girar y encontrar la dolorosa escena que le mostraría cuan profunda puede quedar enterrada un alma.
Supongo que la mezcla de tanta química con alcohol la hizo alucinar que estaba siendo víctima de un plan pergeñado especialmente contra ella. Las risas le parecían extremadamente lentas y exageradas. Las miradas, cómplices. Cientos de hormigas comunicándose entre sí con sus antenas inquietas. Todos contra Ana.
En su cabeza, el lugar daba vueltas a una velocidad insoportable. Vértigo nauseoso. Su último hilo de conciencia, ese que aún la sostenía para no terminar en el piso, era la mancha roja que decía EXIT.
“La vida es esto, una puta licuadora. Y ahora me toca a mi”, pensó.
Es sabido; hay un segundo -quizá menos- en el que todo lo que sentíamos como "seguro" se nos cae y pasamos a depender de una instancia, un azar si se quiere, que es completamente ajeno a nuestra voluntad. Como el paño de seda que cubre el cuerpo de la modelo y que de pronto cae, se desliza suave, dejándola desnuda, lista para ser carne del pintor.
El cartel de EXIT, inalcanzable. Tambaleaba, se tropezaba con todos. “Me empujan a propósito”, pensaba mientras se le hacía cada vez más difícil llegar a la salida.
No pudo más. Detuvo el lamentable zigzag de su marcha. Cayó de rodillas al suelo. Tenía una dura sonrisa en la cara. Pero lo que menos sentía era alegría. La licuadora empezó a dar vueltas y más vueltas a toda velocidad.
Antes de caer al suelo, Ana giró la cabeza con sus últimas fuerzas hacia donde no quería volver a mirar y logró distinguir claramente, desde dentro de la gran licuadora, a Andrés besándose locamente con Laura.
Esa fue la última imagen que se llevo antes de que su cara fuera detenida violentamente por el piso del lugar.

Ana llegó al boliche fumada, y con un cóctel de alcohol y ansiolíticos encima. Ya las medidas indicadas por su psiquiatra habían sido desobedecidas y las subas en las dosis eran proporcionales a la cantidad de días que tardaba Andrés en dar señales de vida.
Pero antes de llegar al boliche, bastante antes, todavía en el living de su casa, ya vestida para salir y con una toalla anudada a su largo pelo mojado, hizo una lista para convencerse de que no era su turno. Todavía tenía alternativas para no entrar en la licuadora, como ella solía llamar a la muerte por sobredosis de lo que fuera: drogas, alcohol, culpa y sobre todo angustia y soledad.
Tomó un marcador grueso, dio vuelta una boleta de gas a modo de libreta y trató de ordenar su cabeza. Escribió:
Andrés va a llamar. Llamó hace tres días. ¿O cuatro?.
Andrés no me quiere. No va a llamar.
“Lo último que comí”, pensó antes de seguir escribiendo. Comenzó a dar golpecitos de impaciencia con el extremo del marcador sobre la mesa ratona. Estaba irritada, le costaba conectar. Desde ahí veía la cocina; una acumulación de cacerolas, platos y vasos sucios, todos de distintos juegos. Un collage asqueroso.
“Sí, me acordé. ¡Arroz!. Fácil de cocinar, fácil de tragar, fácil de vomitar, si pinta el vómito”. Sonrió y anotó la palabra Arroz.
Siguió haciendo su lista.
La carne me da asco. No más carne.
No me queda leche para Tixe en la heladera.
Queda porro en la heladera, adentro de la caja de los huevos.
¿Mi amiga?
Miró una bolsita con cocaína que estaba sobre la mesa. Sonrió y siguió escribiendo.
Mi amiga fiel.
Mañana sí o sí vuelvo a la feria a laburar, no me queda más plata.
Tixe: lo mejor que le pasó a Ana en su vida.
Ana: lo peor que le tocó a Tixe en su vida.
Dejó de escribir, se reclinó sobre el sillón y cuando estaba a punto de tirar el marcador hacia la mesa, se incorporó con dificultad pero escribió con un trazo bien firme sobre la hoja, el último punto de la lista, en letra grande y de imprenta.
LA REPUTA MADRE QUE LO PARIO A ESTA VIDA DE MIERDA.
Y lo firmó. Ana.
Tiró el marcador, agarró la bolsita blanca que había sobre la mesa ratona y fue a su pieza a ver si Tixe seguía dormida.
La nena era tan hermosa que la hacía sentir más culpable. Rubia, con unas trenzas hechas en la feria. Tenía la nariz perfecta de Ana y los ojos azules de Andrés. Estaba abrazada a una muñeca de trapo que absorbió de inmediato un par de lágrimas que se escaparon de los ojos de Ana. Dormía con toda la paz que le faltaba a su madre. Se quedó un momento acariciándole el pelo. Le susurró un “te amo” sincero y salió entornando la puerta con la delicadeza de una madre ejemplar.
Levantó algunos juguetes del living. Se preparó el segundo destornillador e hizo un fondo blanco con él. En la lengua ya estaban esperando para entrar a su cuerpo un par de ansiolíticos.
Agarró el picaporte de la puerta de entrada. Giró la cabeza y miró la puerta de su cuarto, en donde descansaba Tixe.
Antes de salir y pegar un portazo del que se arrepentiría luego, se sacó la toalla de la cabeza, la tiró sobre el sillón y salió así, completamente despeinada. Una imitación vulgar de Medusa, aunque –sin sospecharlo- correría con el mismo destino de la mítica Gorgona.
Para poder entrar al boliche de siempre, besó apasionadamente al grandote de la puerta. Entró. Con otro beso al barman se sacó de encima la cola para llegar a un vodka con energizante. El tercero de la noche.
Se le cruzo un chico conocido. “¿Vamos a fumar un rato al VIP, Ana?”, le dijo él. Ella se negó.
El chico le sonrió y siguió su camino. Ana respiró profundo. Se frotó los ojos. Dejó el vaso en la barra. Trató de componerse. “Si no encuentro a Andrés en un rato, me meto en la licuadora”, pensó, mirando el sobrecito blanco que sacó de un bolsillo.
Miró su celular. Nada. Ni un mensaje. Estuvo a punto de marcar pero se dijo a sí misma en tono burlón. “Lo siento, su saldo es insuficiente para realizar esta llamada, por favor realice una nueva carga. Boluda, no tenés crédito”.

Antes de salir de su casa, incluso antes de dejar la nota sobre la mesa ratona, despedirse en silencio de Tixe y servirse el segundo destornillador, Ana fumó marihuana, se preparó su primer destornillador con jugo instantáneo sabor naranja, mezclado con vodka puro y del peor y, mientras lo batía con un palito de madera para sujetar el pelo, fue hacia el baño con el grabador y se metió en la bañadera que la esperaba con el agua tibia.
Se quitó la ropa y puso PLAY. Mientras su cuerpo era acariciado gradualmente por el agua tibia, empezó a sonar Fly me to the moon, por Diane Krall.
Se sumergió del todo dentro de la bañadera y por un momento sintió paz. El muñequito de Andrés que habitaba todo el día en su cabeza, dejó de martillar y de hacer su acto de hiperrealismo y se esfumó. Ella respiró profundo, aliviada.
“¿Por qué este momento no dura para toda la vida?”, se preguntó. “Esos que son capaces de clonar gente, con todos los que somos, ¿no podrían inventar la máquina que te congele en estos momentos de felicidad?. No pido tanto”. Sonrió por su ocurrencia y se sumergió, cabeza y todo, en el agua tibia.

En ese instante de felicidad en el baño de su casa estaba pensando, cuando alguien la empujó y la metió nuevamente en la búsqueda de Andrés. Subió unas escaleras del lugar. La cola del baño de mujeres era interminable. Ansiosa, en un minuto sacó y metió el sobrecito que estaba dentro de su bolsillo, varias veces.
Se mandó al baño de hombres. Un par de chicos, empezaron a chiflarle desde los migitorios. Ella les hizo un “fuck you” y se metió dentro de un cubículo. Trabó la puerta. Se arrodilló frente a un inodoro maloliente. Sacó el sobrecito blanco. Buscaba algo. “Qué imbécil, me olvidé el espejo y la pajita”. Empezó a transpirar, la desesperación por jalar y no tener con qué, la hizo temblar. Del otro lado de la puerta, los chicos la provocaban.
“Abrí mi amor, ¿no querés una fiesta de a tres?”.
Ella empezó a gritar con lágrimas, que se vayan. Los chicos se quedaron.
Ana empezó a palpar todo su cuerpo hasta que dio con lo que buscaba, la puerta al cielo, la calma absoluta, el charco de agua en el desierto. El espejo y la pajita.
Bajó la tabla del inodoro –los chicos seguían gritando detrás de la puerta- y apoyó el espejo. Esparció un poco cocaína que había en el sobrecito blanco y aspiró. Tan fuerte como pudo aspiró. Repitió esta operación varias veces hasta tomársela toda.
De pronto alzó la cabeza y un cielo estrellado la cubría. Un cielo negro, límpido. Un cielo exacto.
“Este es el momento en que me gustaría encontrar a Andrés” Pensó y quedó tendida por cinco minutos en el piso, desparramada. Con la sonrisa dura. Afuera los chicos, sacados, le daban patadas a la puerta. Ella no podía escucharlos. Pensaba en el día en que Andrés la vio en la feria y le compró un collar de cuentas de colores y se lo puso en el cuello.
“Qué hacés?”, le dijo ella con una sonrisa de cachetes colorados.
“Te lo compré a vos, para vos. Queda mucho mejor en tu cuello que en la mesa”, le respondió Andrés sin reír con la boca, sino más bien con los ojos.
Una de las tantas patadas la despertó. Ana salió del baño. Los chicos seguían esperándola del otro lado de la puerta. Para ella todo se volvió de una felicidad absoluta. Los abrazó y se los llevó.
“Vamos a bailar un rato, hasta que aparezca Andrés”, dijo mientras los chicos sonrieron cómplices.
Bailaba con su mente desdoblada. Por un lado pensaba: “cuando pegué el portazo al salir de casa oí ruido a vidrios. ¿No se habrá caído al piso el portarretratos con la foto de Andrés?”.
La otra parte de su mente conectaba con la música electrónica, la hacía dar movimientos violentos, saltos descomunales que los dos chicos no podían seguir.
Del último salto cayó paradita en el lugar. Se clavó firme como un palo en la arena. Ahí estaban Andrés con Laura, la ex novia.
“¡Te juro que la dejé! ¡No me rompas más con ese tema…!”, dijo Andrés en el recuerdo de Ana, que los miraba petrificada.
“¡Me está robando la vida que me dio…!”, gritó Ana. Los chicos se miraron desconcertados, a punto de irse, pero ella los frenó.
“¿Ustedes querían pasarla bien conmigo?”, les preguntó Ana, con una pregunta que sonaba más a amenaza que a deseo.
“No, pará, era una joda”, balbuceó alguno de los dos, asustado.
“¡Háganlo!. ¡Vamos los tres al baño a enfiestarnos!” Les gritó. Al tiempo que los tomó de la muñeca como a dos chiquillos que acaban de meter el dedo en la crema de la torta y se los llevo.

Salió del baño empapada de sudor, perdida. Detrás de ella salieron los chicos, con esa mezcla de felicidad y culpa que da meter el dedo en la torta. Semejante hazaña la contarían hasta el hartazgo.
Se sentó en un sillón de los reservados, sola. Sus ojos húmedos apenas distinguían una mancha roja que decía EXIT.
Era menos malo para ella mirar hacia allí, que girar la cabeza y volver a ver.
.
Gustavo Bonino

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Comence la primera linea y no pude parar hasta el final, mi mente se traslado al lugar . . . fuì Ana, me encanto!
mga.

Gustavo Bonino dijo...

Gracias MGA. Muchas gracias, me alegra que te hayas identificado. Significa que algún efecto causó. Acabás de justificar el cuento.

Anónimo dijo...

Esta muy bueno!! pero muy triste, solo crei que cuentos para fumar se referia a algo mas alegre, colorido.. yo no leo esto fumada ni en pedo, jeje

Anónimo dijo...

Me gusto el relato intenso, parece escrito de un solo tiron, sin correcciones, sin mentiras, parece la foto de una amiga. Te felicito.
La sensacion fue crudeza, llegaste a mi.

Unknown dijo...

Epa, Gustavo.
Te felicito por LA LETRA. Gracias por la invitación a conocer tu blog.
Me gustó el cuento; por el vocabulario que utilizaste, era como estar conversando contigo, en Caracas o en Buenos Aires, escuchando tus siempre interesantes, divertidas y a veces ácidas historias. ¿Cuándo estará listo tu libro?
Un abrazo.

Marcos

Anónimo dijo...

Impresiona de entrada. Tu cuento se lee solo. Me gusta La Letra y leí tu perfil como si no lo conociera, sos tal cual.
¡Qué bueno que sigas siendo Gus! Tere