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miércoles, 20 de abril de 2011

CALIFORNICATION, GO WEST!



Lo dejé a Luca con Al. Se lo llevé al negocio. Esta vez no me costó soltar. El amor era el mismo, pero las necesidades, no. Necesitaba estar solo. “Más solo?”, me pregunto Al. Se rió, broma  usual en él. El chiste americano. “Rápido y fácil.”

Lo lindo del viaje la deriva misma en la que uno se sumerge, sin mapitas para sonsos, desplegables e incómodos de leer. Qué importa cómo llegar al inicio del Puente de Brooklyn. En la calle hay gente lugareña, que oficia de mapa. Una simple pregunta y listo. Y no andar con esos orientadores de papel que cuando los desplegás, ocupas medio vagón del Metro. O de la vereda. Pero la gente necesita correr, conocerlo todo. Será por eso que tal vez se inventó el GPS. Vaya ironía, que un aparatito le enseñe al hombre, lo que el hombre hizo (incluyo al nefasto GPS). Y nunca falta el tarado que te lo refuta y se sabe hasta las siglas de esas tres letras. Me da náuseas.
Levantarte un día y decidir si para aquel lugar porque es bohemio o hippie o a aquel otro porque hay sol, playa y podes patinar por carriles señalizados. Creo que el que inventó el GPS subestimó, destrozó el instinto del hombre, desde tiempos inmemoriales, en donde los hombres, por ejemplo poblaron América, cruzando el estrecho de Bering. Solo por hambre, para seguir a las manadas de animales que lo cruzaron. Cuando todavía era hielo y los continentes no se habían separado. Pero este tema a nadie le importa y es mejor colocar un aparato con una voz femenina y sexy que diga "RECALCULANDO".
Solo recordar la RUTA DE LA SEDA. Gente que se iba desde Francia hasta la antigua Cathay (hoy China)  para buscar gusanos de seda. Hoy lo disfrutan los grandes modistos, los que tienen GPS. Pero aquella gente cruzaba parte de la Siberia, para no ser confiscados por los que tenían el poder de los puertos del Mediterráneo. Cuantos murieron? Cuantos habrán muerto en esas heroicas travesías y nosotros nos jactamos del cruce de la cordillera de los Andes, todos los años, haciendo actos tarados y una profesora de piano con peluca que conduce un coro de futuros compradores de GPS, cuyos padres aplauden emocionados y, a la salida del acto, acomodan el GPS y se vuelven a casa inflando el pecho de la alegría. 
"Lo tengo todo controlado", pensará en su alegría. Pobre.  

Lo difícil del viaje, es no saber por donde empezar. Porque por más que vayas sin timón, para algún lado hay que rumbear. Una zona geográfica. Luego es como el cuento de Borges “El camino de los senderos que se bifurcan”. Y ahí ya estás en el viaje. Ya no sé necesita más nada, solo piernas fuertes y algo de cuidado.
California, voy a vos. En el aeropuerto veré hacia que ciudad volar. Por un rato, por un tiempo o para siempre.
Dejé el apartamento de NY, no hablé con el dueño, no soporto a la gente que te inventa problemas para sacarte dinero. 
Giré dos veces la cerradura y me fui. Es la única forma de irse. Tanta pompa y mariconeos lo convierten en un Redoxón en un vaso con agua. Le dejé una nota en el piso al dueño y las llaves a Al.  
Taxi, cruzar el Manhattan Bridge hacia el JFK.
Gina, cuántas veces lo cruzamos juntos? Cuántas, separados?.
Por qué si no estás en mi mente, si ya te maté, como es que no estás muerta? Y mirá que mi mente falla en muchas cosas, no como la de un Jurado de Notables,  que deben llevar debida cuenta de las acciones de la persona A o X.
Pero las dos balas de Remington que gatillé a tu pecho y ahí, cuando caíste muerta en alguno de mis lóbulos, el de la memoria seguramente, no cabe duda alguna que tuviste que haber muerto. No fallé, hasta tuve el reparo de descorrer las lagrimas de sangre y sal que me quemaban la cara y la vista, para no fallar en el disparo.
TIME WILL TELL, my ass!!!.
TIME WILL NEVER TELL ME ANYTHING. El tiempo no habla, el tiempo acomoda. Y, Gina, vas a desaparecer de alguno de mis lóbulos, en el que  estés, no importa,  y voy a vivir sin tanto pasado, pisado, pesado y posado, sobre todo eso. Voy a dejar las poses y voy a ser yo. Y la culpa no es tuya. La culpa es toda mía. Yo me dejé llevar por ese río plateado de pasarelas y trivialidades  y shoppings y departamentos a estrenar con piscinas. Yo fui trivial. Lo fui. Siempre me di ínfulas de tipo bien. Y ya basta con todo eso. Estoy demasiado cansado, demasiado ciego y demasiado grande para seguir jugando al nene genial. No me queda ese traje. El primer descreído soy yo.

De pronto me encontré hablando solo, como si Gina estuviera a mi lado o, mejor dicho, en frente.  Sabiamente ambos supimos que jamás iba a funcionar.

Me quedé dormido en el taxi mientras llegaba al JFK. El taxista me ayudó con las valijas… Le hubiera pagado el doble si me hubiera dado las respuestas que allá, en NY, a las cinco de la mañana, en ese invierno helado, estaba yendo a buscar.

Gustavo Bonino

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